Chano
Lo que estaba pasando no lo creía. Esa mujer era increíble, impredecible, inesperada, espontanea, perfecta y un millón de adjetivos más podrían calificarla sin terminar de hacerlo. Había pasión sin lujuria en aquel beso tan perfecto como inesperado. La monotonía de este era tan absoluta como su infinidad, porque las cosas que sentía no las podía describir de ninguna manera más que con eso, con ese beso. No existía forma de definirlo, de tratar de explicarlo, esa gran mezcla de sensaciones que se encontraban tanto en mi boca como en mi abdomen y en mi corazón era rara, dulce como la miel y tan fuerte como el tabasco. Era una sensación extraña de casi pasar de Soda Stereo a The Beatles en una lista de reproducción aleatoria, dos perfecciones tan hermosas como diferentes, chocantes, enormes, absolutas.
A duras penas nos fuimos separando mientras nuestras miradas seguían conectadas. Nuestros ojos no podían separarse, estaban pegados y eso me conquistaba. Ella no creía lo que acababa de hacer, y no sabía aún si se sentía arrepentida. Miraba de arriba hacia abajo una y otra vez su rostro, sus cejas del mismo color que si cabello natural, sus perfectos ojos con forma de almendra haciendo una gran combinación con sus pestañas de longitud natural extraordinaria, su nariz respingada como aspiración de cualquier cirujano plástico, sus labios cuales más finos arriba y más anchos por debajo, formando una boca muy pequeña que permitía, de vez en cuando, ver una gran sonrisa que no daba idea de la imagen mental anterior y, debajo, un mentón espectacular muy fino y muy particular. Su piel tan pálida como ninguna con algunas gotas marrones casi invisibles pero que de cerca se apreciaban perfectamente algo abundantes pero aún peculiares esparcidas por toda esta cara. Repetir.
-Sos tan hermoso. -Me dijo sin dejar de mirarme. Sus labios se movieron casi en cámara lenta, y pude apreciar algo de brillo en sus ojos, no como si llorase, sino como si su alma se volviese a abrir.
-Sos tan perfecta. -Inclinó un poco su cabeza, de manera suave y sin dejar de mirarme.
-¿Es por eso que no podés amarme? Porque decís que soy perfecta ¿Es por eso? -La tranquilidad que demostraba con su esencia pero la ansiedad por la respuesta que emanaban sus ojos me confundían, casi que mudo quedé por esta pregunta. Los segundos corrían pero parecían infinitos, infinitos para ambos. -Contestame.
-Me dejás mudo y confundido, mujer.
-Por eso es que están con tu mujer, porque es perfectamente imperfecta para vos. -Alejaba sus manos de mis cachetes y empecé a acariciar el mío para sentir la huella de su calor en este, aunque tristemente desconectando nuestras miradas.
-Tus referencias son... nulas. -No entendía. No podía o no quería, pero no lo hacía.
-Existen hombres que repelen a su mujer perfecta. Los conocí, los conozco. No pueden vivir con su perfección y tampoco sin ella. -El brillo en sus ojos desaparecía poco a podo, y yo sentía que el mío también. -Al menos vivos.
Una pausa larga nos conectó en miradas nuevamente. Sentía que la amaba, que la conocía desde siempre, que la necesitaba para vivir pero que no podía vivir con ella. Justo como ella lo describía. La besé de manera repentina y suave mientras tomaba sus brazos en el lugar exacto, por debajo de los hombros y por arriba de sus codos. Sentía que volaba, que solo ella podía ayudarme a hacerlo. Negaba el beso y yo lo sentía, pero ella no iba a alejarme, esperaba que yo lo entienda aunque sabía que yo no quería hacerlo. Todos estos sentimientos encontrados me torturaban y no me dejaban continuar. No quería formar una historia con Celeste, quería una con ella, quería una vida con ella. Amarla era un pecado, pero era imposible no hacerlo. Entendía a Diego, entendía su amor hacia ella, su ilusión de la vida perfecta, su realidad. Yo era el error en esas vidas, era la imperfección. ¿Cómo sería todo si yo no hubiera llegado allí? ¿Y si jamás hubiera conocido a Solange? ¿Qué pasaría si yo, Santiago Moreno Charpentier, jamás hubiese aceptado presentar ese desfile? Y si aún lo hacía ¿Y si no me insinuaba a esa hermosa mujer sentada en la sala de espera? ¿Su vida sería perfecta aún así? No lo dudo. Me separé de ella en un instante en capara lenta pero más rápido que un segundo. Un "Gracias" sordo salió de sus labios y pude admirar como se arrepentía de ese beso y también del fin de este. No soportaba tenerla tan cerca y no tenerla. No quería que esa mujer sea mía porque yo ya era de ella. Me hubo conquistado como Carlomagno a los lombardos, o como Alejandro Magno a Egipto. Ella era magna. Era magnífica. Era ella.
Tenía que dejarla ir, la amaba y podía vivir con eso, podía vivir sin ella, podía dejar a esa mujer hacer su vida como ella más desease, podía y podía pero no quería; aunque tenía.
Solange
Lentamente soltó mis brazos casi haciendo una caricia y posó sus manos en su cintura, desviando su mirada de la mía y perdiéndola hacía abajo, hacía un costado, hacía arriba y de nuevo hacia un costado. Yo quedé allí, tiesa y en pausa. Agradecía que haya parado y odiaba que lo haya hecho. Yo quería que parase y él lo sentía, pero rogaba que siga y que nunca se detuviese. ¿Qué era lo que sentía yo por él? ¿Era amor o solo una obsesión repentina? ¿Ese era el hombre para mi? Un hombre casado, intentando tener un hijo con su mujer y con uno que no conocía como tal, con probablemente uno en camino dentro de mi, con una vida ya formada. Esta no era yo, no me sentía como yo. Jamás amé a nadie como lo hube de amar a él, pero jamás fue y jamás será lo posible. Estaba segura de los problemas que esto me traería y lo mucho que me costaría afrontarlos. Simplemente le dí un beso muy pequeño, muy rápido, muy espontaneo y muy no pensado para huir de allí.
Empecé a caminar y caminar, no quería nada de taxis, nada de autos ni motocicletas. No quería bicicletas ni colectivos, quería caminar. Caminaba y caminaba sin poder parar de pensar en blanco, no pensaba en nada, miraba hacia mi abdomen y veía lo poco que se notaba, recordaba de quién podía llegar a ser y bloqueaba mi mente de vuelta para no pensar en nada. No había caminado un kilómetro siquiera que tomé un colectivo hasta llegar a mi auto e ir a la casa donde se encontraba mi hijo. Lo busqué y le dije que era urgente, a lo que no se negó y fue conmigo. Se encontraba un poco aburrido, hasta parecía un favor pero yo no pensaba en eso allí. Lo miré mientras subía al auto con una sonrisa y se abalanzó hacia mi en un gran abrazo.
-Mamá te juro que fue lo más aburrido que me pasó en la vida esto. ¡Gracias! -Besó mi mejilla y recordé por qué lo amaba tanto. Ese chico era una de mis razones para vivir, y era la más importante de todas.
-¿Querés ir a tomar algo? -Le dije a penas el se acomodó en su asiento y empecé a avanzar.
-¿Qué me tenés que decir, ma? -Contestó serio. Siempre que necesitaba decirle algo importante salíamos a comer, desde desayunos hasta cenas con todo lujo.
-Tengo que contarte un secreto que es solo mío y que no me lo vas a creer. -La seriedad en ese auto era absoluta, él no lo tomó como broma y callado aceptó la invitación.