martes, 6 de enero de 2015

Vidas Perfectas-Cáp. 10

Chano

Lo que estaba pasando no lo creía. Esa mujer era increíble, impredecible, inesperada, espontanea, perfecta y un millón de adjetivos más podrían calificarla sin terminar de hacerlo. Había pasión sin lujuria en aquel beso tan perfecto como inesperado. La monotonía de este era tan absoluta como su infinidad, porque las cosas que sentía no las podía describir de ninguna manera más que con eso, con ese beso. No existía forma de definirlo, de tratar de explicarlo, esa gran mezcla de sensaciones que se encontraban tanto en mi boca como en mi abdomen y en mi corazón era rara, dulce como la miel y tan fuerte como el tabasco. Era una sensación extraña de casi pasar de Soda Stereo a The Beatles en una lista de reproducción aleatoria, dos perfecciones tan hermosas como diferentes, chocantes, enormes, absolutas.

A duras penas nos fuimos separando mientras nuestras miradas seguían conectadas. Nuestros ojos no podían separarse, estaban pegados y eso me conquistaba. Ella no creía lo que acababa de hacer, y no sabía aún si se sentía arrepentida. Miraba de arriba hacia abajo una y otra vez su rostro, sus cejas del mismo color que si cabello natural, sus perfectos ojos con forma de almendra haciendo una gran combinación con sus pestañas de longitud natural extraordinaria, su nariz respingada como aspiración de cualquier cirujano plástico, sus labios cuales más finos arriba y más anchos por debajo, formando una boca muy pequeña que permitía, de vez en cuando, ver una gran sonrisa que no daba idea de la imagen mental anterior y, debajo, un mentón espectacular muy fino y muy particular. Su piel tan pálida como ninguna con algunas gotas marrones casi invisibles pero que de cerca se apreciaban perfectamente algo abundantes pero aún peculiares esparcidas por toda esta cara. Repetir.

-Sos tan hermoso. -Me dijo sin dejar de mirarme. Sus labios se movieron casi en cámara lenta, y pude apreciar algo de brillo en sus ojos, no como si llorase, sino como si su alma se volviese a abrir.
-Sos tan perfecta. -Inclinó un poco su cabeza, de manera suave y sin dejar de mirarme.
-¿Es por eso que no podés amarme? Porque decís que soy perfecta ¿Es por eso? -La tranquilidad que demostraba con su esencia pero la ansiedad por la respuesta que emanaban sus ojos me confundían, casi que mudo quedé por esta pregunta. Los segundos corrían pero parecían infinitos, infinitos para ambos. -Contestame.
-Me dejás mudo y confundido, mujer.
-Por eso es que están con tu mujer, porque es perfectamente imperfecta para vos. -Alejaba sus manos de mis cachetes y empecé a acariciar el mío para sentir la huella de su calor en este, aunque tristemente desconectando nuestras miradas.
-Tus referencias son... nulas. -No entendía. No podía o no quería, pero no lo hacía.
-Existen hombres que repelen a su mujer perfecta. Los conocí, los conozco. No pueden vivir con su perfección y tampoco sin ella. -El brillo en sus ojos desaparecía poco a podo, y yo sentía que el mío también. -Al menos vivos.

Una pausa larga nos conectó en miradas nuevamente. Sentía que la amaba, que la conocía desde siempre, que la necesitaba para vivir pero que no podía vivir con ella. Justo como ella lo describía. La besé de manera repentina y suave mientras tomaba sus brazos en el lugar exacto, por debajo de los hombros y por arriba de sus codos. Sentía que volaba, que solo ella podía ayudarme a hacerlo. Negaba el beso y yo lo sentía, pero ella no iba a alejarme, esperaba que yo lo entienda aunque sabía que yo no quería hacerlo. Todos estos sentimientos encontrados me torturaban y no me dejaban continuar. No quería formar una historia con Celeste, quería una con ella, quería una vida con ella. Amarla era un pecado, pero era imposible no hacerlo. Entendía a Diego, entendía su amor hacia ella, su ilusión de la vida perfecta, su realidad. Yo era el error en esas vidas, era la imperfección. ¿Cómo sería todo si yo no hubiera llegado allí? ¿Y si jamás hubiera conocido a Solange? ¿Qué pasaría si yo, Santiago Moreno Charpentier, jamás hubiese aceptado presentar ese desfile? Y si aún lo hacía ¿Y si no me insinuaba a esa hermosa mujer sentada en la sala de espera? ¿Su vida sería perfecta aún así? No lo dudo. Me separé de ella en un instante en capara lenta pero más rápido que un segundo. Un "Gracias" sordo salió de sus labios y pude admirar como se arrepentía de ese beso y también del fin de este. No soportaba tenerla tan cerca y no tenerla. No quería que esa mujer sea mía porque yo ya era de ella. Me hubo conquistado como Carlomagno a los lombardos, o como Alejandro Magno a Egipto. Ella era magna. Era magnífica. Era ella.

Tenía que dejarla ir, la amaba y podía vivir con eso, podía vivir sin ella, podía dejar a esa mujer hacer su vida como ella más desease, podía y podía pero no quería; aunque tenía.

Solange

Lentamente soltó mis brazos casi haciendo una caricia y posó sus manos en su cintura, desviando su mirada de la mía y perdiéndola hacía abajo, hacía un costado, hacía arriba y de nuevo hacia un costado. Yo quedé allí, tiesa y en pausa. Agradecía que haya parado y odiaba que lo haya hecho. Yo quería que parase y él lo sentía, pero rogaba que siga y que nunca se detuviese. ¿Qué era lo que sentía yo por él? ¿Era amor o solo una obsesión repentina? ¿Ese era el hombre para mi? Un hombre casado, intentando tener un hijo con su mujer y con uno que no conocía como tal, con probablemente uno en camino dentro de mi, con una vida ya formada. Esta no era yo, no me sentía como yo. Jamás amé a nadie como lo hube de amar a él, pero jamás fue y jamás será lo posible. Estaba segura de los problemas que esto me traería y lo mucho que me costaría afrontarlos. Simplemente le dí un beso muy pequeño, muy rápido, muy espontaneo y muy no pensado para huir de allí.

Empecé a caminar y caminar, no quería nada de taxis, nada de autos ni motocicletas. No quería bicicletas ni colectivos, quería caminar. Caminaba y caminaba sin poder parar de pensar en blanco, no pensaba en nada, miraba hacia mi abdomen y veía lo poco que se notaba, recordaba de quién podía llegar a ser y bloqueaba mi mente de vuelta para no pensar en nada. No había caminado un kilómetro siquiera que tomé un colectivo hasta llegar a mi auto e ir a la casa donde se encontraba mi hijo. Lo busqué y le dije que era urgente, a lo que no se negó y fue conmigo. Se encontraba un poco aburrido, hasta parecía un favor pero yo no pensaba en eso allí. Lo miré mientras subía al auto con una sonrisa y se abalanzó hacia mi en un gran abrazo.

-Mamá te juro que fue lo más aburrido que me pasó en la vida esto. ¡Gracias! -Besó mi mejilla y recordé por qué lo amaba tanto. Ese chico era una de mis razones para vivir, y era la más importante de todas.
-¿Querés ir a tomar algo? -Le dije a penas el se acomodó en su asiento y empecé a avanzar.
-¿Qué me tenés que decir, ma? -Contestó serio. Siempre que necesitaba decirle algo importante salíamos a comer, desde desayunos hasta cenas con todo lujo.
-Tengo que contarte un secreto que es solo mío y que no me lo vas a creer. -La seriedad en ese auto era absoluta, él no lo tomó como broma y callado aceptó la invitación.

domingo, 28 de diciembre de 2014

La vida de dos obsesivos-Cap. 24

Chano

Mis rodillas se aflojaron y caí al suelo sin darme cuenta. Empecé a llorar y el policía trató de levantarme, pasó mi mano por encima de su hombro y me llevó abajo como pudo. El tipo era muy considerado, cerró la puerta y me preguntó si necesitaba agua o mi teléfono antes de salir; simplemente le pedí el teléfono como pude y rogué que me lleve con ella. Colgado de sus hombros me bajó como pudo mientras yo estaba inconsolable. Lloraba a mares, nada podía calmarme, la vida me estaba haciendo una broma de muy mal gusto y yo no lograba captarla. Pellizcaba mis muñecas para ver si no era un sueño, miraba mis manos, contaba mis dedos, abría y cerraba los ojos con fuerzas para volver a seis años atrás y que nada de esto suceda.

Durante todo el trayecto hacia el hospital fui rezando. "El padre nuestro". Era la única oración que recordaba. En el asiento trasero, entre lágrimas que nunca dejaron de caer, cerré mis ojos con fuerza y la recé. La recé, la recé, la recé y no paré hasta llegar a su cuarto y verla ahí. Sus ojitos cerrados tan pacíficos, sus manos a los costados y ella tan repleta de paz. Tenía vendas en los brazos, una ceja a medio coser, moretones por todas partes, una gasa suave giraba por su frente como si fuera una vincha vintage, aunque tenía manchas de sangre a través de esta. Sus labios pálidos, hasta mucho más que ella, con un pequeño corte en su parte superior izquierda me desgarraban el alma, y por último, su cabello despeinado. Ella amaba su cabello, a pesar de teñirlo o desteñirlo, pasó por todos los colores que uno pueda imaginarse: morocha, rubia, colorada, rubia ceniza, rubia platinada, negro, y ahora rubia otra vez. Su cabello estaba despeinado, enredado y sus bucles desarmados. El maquillaje de sus ojos ya no estaba, pero aún seguía allí su rimel que denotaba sus pestañas cual perfección divina. Pero, aunque no lo crean, sus ojeras, su cabello despeinado, sus ojitos cerrados, sus manos a los costados, su ceja cocida a la mitad, su vincha vintage manchada con sangre, sus vendas, sus labios pálidos, y todo este mortífero contexto la hacían lucir aún perfecta.

La mujer que desaproveché tantos años de mi vida, el amor de mi vida: ella estaba ahí. Conectada a un respirador, con un suero al lado, con sus latidos que se escuchaban a través de una máquina y destruida: ella estaba ahí. La madre de mis hijos, la nuera de mi vieja, la hija de mi suegra y cuñada de mi hermano: ella también estaba ahí. Mi psicóloga, mujer que me salvó tantas veces, mi fan, mi novia y mi esposa, un hit en ayudas a mi adicción: ella estaba ahí.

Verla tan destrozada, tan desgarrada, su alma sufriendo tanto: me partía el alma. Pensé también en desconectarla y parar su sufrimiento, pero ¿Y nuestros hijos? ¿Qué sería de ellos sin una madre? No sabía nada de ellos, si estaban bien o mal, dónde o con quién estaban, si habían comido o cambiado sus ropas, nada. Estaba perdido en este mundo, estaba perdido y solo. Tenía a mi hermano, a mis amigos y a mi familia; estaba en un hospital rodeado de gente desconocida y enfermos; estaba en una ciudad que amo rodeado de edificios y gente; estaba solo en mi mundo.

De repente, una mano tomó la mía, giré mi cabeza y ahí estaba: Mi Lulú, mi pequeña y hermosa Lulú, y a su lado, mi valiente Bautista. Miré hacia la puerta y estaba mi suegra recostada contra el marco de esta, me sonrió y alcé a lulú para dirigirme hacia ella y salir de la habitación

-Me llamaron. Estaban encerrados en el armario de Bautista, supe lo de la...
-Sí. Ahora no querría hablar de eso. -Le dije mientras, sin mi permiso, las lágrimas caían.
-Entré y estaban solos, demoré así que supongo que vos te habías ido. Y, bueno, Sofi... -Su rostro no demostraba mucha expresión, pero sus ojos... Sus ojos eran dos ventanas abiertas. Todo el dolor que sentía estaba ahí, escondido pero no tanto, acumulado, vacío.
-Ángela, no hace falta que hagas esto... Es algo que nos lo buscamos nosotros. -Tragué saliva. -Vos no tendrías que preocuparte por nuestras acciones del orto. -Sentía aún como las lágrimas no paraban de caer, pero yo no lo aceptaba.
-No me importan sus acciones, Santi, me importan ustedes. -Sufría, pero no iba a quebrarse.
-Pa ¿Mami va a estar bien? -Lulú preguntó y giró su carita hacia mi rostro. La miré y nuestras narices casi chocaban
-Pase lo que pase, acordate de que tu mamá va a estar bien. -Le contesté y le di un beso en la frente. Era tan parecidas; cuando yo conocí a solange ella tenía el mismo castaño clarísimo y esos ojos tan llenos de vida, esa libertad y esa independencia que eran incomparables. Era su retrato.

Giré nuevamente y ya no ví a Santi, así que dejé a Lulú con su abuela y entré a la habitación. Y allí estaba él sentado junto a ella hablándole. Le hablaba de lo que sucedió ese día, de que sabía que ella y yo nos amábamos aunque peleásemos, que cometimos errores pero que nos perdonaba y que nos amaba con todo su corazón. Pero me quedé helado cuando ya estaba terminando su discurso.

-Mami, no te vayas, nos tenes que cuidar a todos. Lulú, papá y yo no podemos vivir sin vos. ¿Por qué te hiciste esto, ma? Volvé.

Lo poco que quedaba en mi se cayó a pedazos.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Vidas Perfectas-Cáp. 9

Chano


A penas dejamos la casa de Diega, sentía algo diferente. Sentía algo tan raro dentro de mí. Una angustia rara y a la vez una felicidad con un dejo triste en el fondo; complicado pero cierto. Sentía que esperaba algo que ya sabía y a la vez no. En el camino Celeste me hablaba, adelantaba el tiempo y hablaba del futuro; André estaba con su celular haciendo qué no se; y mientras yo iba pensando. Pensaba en mi sueño, en si lo que soñé tal vez fuese una señal o algo, o si tal vez simplemente eran mis delirios. La única certeza que tenía, era de que algo dentro mí había cambiado rotundamente en cuestión de segundos. De golpe una frase me interrumpió.

-Y, entonces ¿Qué te parece la idea, amor? -Preguntó Celeste con total entusiasmo.
-Eh... Sí, que se yo, me re gusta -Mentí, ni siquiera la había escuchado.
-No, para, ¿Vos me estas cargando? ¿En serio se lo decis? -Pregunta André desde en asiento trasero del auto.
-Si, obvio ¿Por qué no? -Hube de aprender que cuando Celeste pregunta algo, la respuesta siempre es sí.
-¡Ay, Chano, vamos a tener un hijo! -Me abrazó de repente con total emoción, pero yo frené de golpe el auto y mi cara era de total susto. -¿Qué pasó? -Preguntó ella soltándose.
-No... Nada, nada. Pasa que algo se cruzó y me asusté -Mentir, mentir, mentir y seguir mintiendo.

Esa noche no pude dormir. Culpé injustamente a la siesta en lo de Solange, y aunque estuviese mintiéndome nada más que a mi mismo, no podía evitarlo.

Solange

Lunes, tres en punto de la tarde, cinco meses en punto de embarazo. Diega fue a hablar con una banda emergente, producirlos y de más. Santiago en el colegio, después se iba a la casa de su amigo. No tenía nada más que hacer que ir al super a perder el tiempo, mirar los precios, quejarme de lo caro que está todo, salir y buscar un buen libro. A penas toqué el primer artículo de la primera góndola que ví, mi celular vibró.

-¿Hola?
-Sole
-¿Qué me decís "Sole" ahora, vos? -Los dos reímos.
-No se, me salió justo así -Risas nuevamente. -Eh... Quería que... Eh...
-¿Si?
-Quería que hablemos. Te veo en quince minutos frente al lado del estudio que está cerca del Obelisco. No vamos a ir ahí, pero quiero que nos encontremos ahí. Quince minutos, a lo sumo veinte -Y cortó. Miré el celular extrañada y salí para allá.

Cuando llegué ahí estaba el, parado esperándome al lado del estudio. Toda su facha y de más ahí, rozando la perfección. Lo quise saludar, pero rápido me hizo una seña de que lo siguiera y entró a un estacionamiento que estaba cerca. Se subió al auto y esperó a que yo me suba para salir. Manejaba rápido y me ignoraba cuando le hablaba, iba en su mundo prácticamente. No descifré el por qué de hacerme ir hasta le Obelisco y después llevarme a un bar escondido de Chacarita, pero no pregunté nada. Frenó el auto y se sacó los anteojos, giró si perfil casi perfecto a la derecha y me miró a los ojos.

-Perdón por no contestar y el resto, pero estaba pensando en qué podía decirte... -Me miraba de una forma rara, extrañado y a la vez tierno
-¿Cómo en qué podías decirme? No te entiendo.

Chano


-Ese es el problema -Dije casi interrumpiéndola. -Yo tampoco me entiendo. No se qué me pasa, qué no me pasa, no tengo idea de qué siento o dejo de sentir, no se qué me pasa, ando en mi mundo y no salgo de ahí, me aíslo de mí mismo y a la vuelta de cada esquina me encuentro con vos
-Me pasan cosas parecidas, con la diferencia que estoy embarazada y soy puro hormonas... -Dijo en tonalidad de chiste.
-No hagas chistes, no me causan gracia, quiero ir en serio. Te conozco hace poco y nada, sos la mujer de un amigo, sos la amiga de mi señora... Solange ¡Por favor! ¿Por qué me haces esto? Te amo, te lo digo de una, te amo y no sé cómo expresártelo. Te amo y quiero gritarle al mundo lo que siento. Te quiero, Solu, te quiero -Hablé sin pensar y me apuré.
-¿Qué? -Me miró extrañada y me puse nervioso.
-Eso, eh... Que... No me causan gracia -En mi mente estaba reprochándome a full
-Me parece que yo no tendría que estar acá -Agarró su cartera dispuesta a bajar e irse, pero reaccioné y la agarré de la muñeca rápido.
-¡No! No te vayas... -Giró su cabeza y nos miramos fijamente unos segundos, un momento tan infinito como simultaneo.
-Chau. -Dijo y se fue. La vi bajar del auto casi en cámara lenta, observé la puerta un rato y bajé corriendo. Ella estaba ya subiendo a un taxi en la esquina cuando la vi.

Subí a mi auto y seguí al taxi como pude, pero ese taxi no estaba yendo relativamente a donde estaba su auto. Cuando me di cuenta, estábamos saliendo a una autopista. Recalculé y llamé a la policía, identifiqué el taxi y a mi auto para que nos encontraran. Tenía miedo, mucho la verdad.

Cuando la policía nos interceptó, comenzó la verdadera odisea. El taxista aceleró, yo también y ellos también. Era una carrera peligrosa en una autopista transitada por gente que capaz estaba volviendo de su casa o yendo a trabajar; un secuestrador en taxi; una embarazada que dejé desconcertada y enojada; unos policías que estaban arriesgando sus vidas por un hijo de puta; y yo, un tarado que, si hubiera pensado dos veces antes de hablar, no estaría en esta situación. La culpa me invadía poco a poco, y cada vez los nervios me colmaban mas el alma. Entonces pasó lo que esperaba que pase.

Solange

-Eu, Chano ¿Estás bien? -Le dije, tenía la mirada perdida
- ¿Eh? Que... ¡Solange! ¡Hola! -Miró alrededor casi desconcertado, como si hubiera quedado en blanco por dos segundos.
-Ahora sí, ¿Qué querías decirme y no sabías cómo? -Le sonreí, inspirando tanta confianza como podía.
-Primero bajemos ¿Dale? -Me dijo
-Bueno, dale. -Bajamos y nos sentamos en unos sillones al lado de una ventana. -Bueno, ¡Decime!
-Estuve hablando con Celeste y...
-¿Y?
-Vos sos su amiga, la conoces más en lo profundo. Se cuentan cosas, se dicen lo que sienten, le sacan el cuero a sus parejas... -Reí, no sabía a dónde quería llegar.
-Bueno, ¿Y?
-Ella quiere que tengamos un hijo, y yo...

El continuó hablando, mas no podía escucharlo más. Estaba aturdida, bloqueada, sentía que me iba a dar un ataque. Ya no sabía si ella estaba embarazada o si todavía no lo habían intentado. Yo tenía un problema: No sabía si este hijo era de Diego o si también era de Santiago. Estaban tantas dudas dando vueltas en mi cabeza que no sabía ni qué mas pensar. ¿Qué le sigo a Diega si el chico es muy parecido a Chano? ¿Coincidencia de la vida? Mi vida ya era un caos antes de que él volviera a mi vida a desordenar todo. Hijo, escuela, trabajo, pareja, actuar constantemente, una vida basada en mentiras ¿Para qué? Mi mentira mas linda ahora tiene ya su vida, tiene su mujer, está realmente enamorado. Me habla sobre su familia, sobre lo que él quiere ser, me plantea sus dudas sobre lo que él no experimentó, sobre ser papá... sobre lo que yo no dejé que experimente; él tiene un hijo y derecho a saberlo, él es papá y tiene derecho a serlo, él es y cada vez que lo pienso es más, y yo lo único que hice fue sacarle todo su derecho.

-Pero vos tenes ganas de ser papá ¿No? -Le pregunté cortándole todo
-Muchísimas, ojalá lo hubiera sido cuando pude. Pero no... Desaproveché tantas oportunidades de ser papá, y ahora que estoy hecho una ruina física quiero ser papá. -Los dos esbozamos una sonrisa leve, de costado, mientras mirábamos un cenicero en la mesa de café frente a nosotros. -¿Te molesta si fumo?
-No, pero me dan ganas si lo hacés.
-Que sexópata...-Mis labios formaron una 'o' gigante, estaba como... 'anonadada'.
-¡Santiago Moreno Charpentier! -El empezó a reír y cada vez lo amaba más.
-Sos genial, lo sabés.

Le sonreí y nos miramos a los ojos. 'Este tipo de conexiones se dan una sola vez en la vida' pensé mientras tomaba su mano. Me paré y lo guié hasta el baño de mujeres mientras él, riendo, preguntaba qué iba a hacer. Entonces puse mis manos en sus cachetes y lo besé.

domingo, 30 de noviembre de 2014

En la próxima vida... -Cap. 19 [FINAL CHICOS EL FINAL]

— ¡Victoria! —Exclamó mi hermana apareciendo en la pieza con el rostro transformado de preocupación— ¡¡Dios! ¿Qué mierda está pasando? —Me tomó de los brazos y buscó mi mirada con desesperación— Estás temblando… Dale Vic, decime que te pasa —Nunca la había visto tan preocupada.

—Santiago… Se llevaron a Chano al hospital, Caro—Y nuevamente las lágrimas en mis mejillas resbalan con peso.

Desesperada, asustada… avisamos a la familia y localizamos a alguien que tuviera idea de cual era el hospital al cual lo habían trasladado.

Apenas se apagó el motor del auto de mi hermana, abrí la puerta y salí corriendo hacia el interior del gran edificio.

No fue difícil encontrar la habitación, afuera de aquella estaba lleno de jóvenes.

—Victoria—Sollozó Euge al verme llegar.

— ¿Dónde está? —Ni si quiera me fijé en sus ojos, no hacía más que mirar a los alrededores y poder entrar a ver su rostro de una sola vez.

—No podes entrar, está en urgencias —Me abrazó y yo la separé enseguida.

— ¡NO! ¡La puta madre! ¡Tengo que entrar ya! —Grité furiosa.

—Vic, tranquila… Va a salir bien ¿Si? —Me sonrió levemente, trataba de calmar mis nervios, mi miedo y mi pena, pero después de todo sería en vano.

—Quiero verlo —Sollocé arrojándome en sus brazos y sin esperar un segundo más, de vuelta estaba llorando.

Una hora y nada… la gente comenzaba a abandonar el lugar y solo quedábamos la familia, mi hermana, mis padres, Euge y yo.

Una hora más y… nada.

Dos horas más… y seguíamos sin noticias.

—Vic, ya tengo que irme —Me susurró con la voz seca.

—Dale, no importa —Sonreí sin ánimos y volví a mirar el suelo.

Sentí sus brazos rodear mi cuerpo, entregándome cariño y confianza, y no era la suficiente.

La vi irse y me quedé sentada sola en una fila de sillas, no quería estar con nadie, solo quería estar en silencio, pensar en él y rezar a dios para que le diera fuerzas y pudiera continuar conmigo, al lado mío.

Un hombre de delantal blanco se acercaba por el pasillo y todos nos pusimos de pie.

— ¿Cómo está? —Fui la primera en preguntar, al estar mas cerca.

Solo me miró con frialdad y se acercó a los padres.

— ¿Cómo está mi hijo? —Preguntó enseguida la mamá de Chano y mi dolor aumentaba al verla a los ojos rojos y cansados.

—Me tome informales que no se encuentra en buenas condiciones —Musitó sin expresión alguna— Tratamos se estabilizarlo y haremos lo que se pueda.

— ¿Podemos verlo? —Rogué con la voz quebrada.

—Está en coma —Agregó mirándome serio.

—Solo queremos verlo —Pidió su mamá con la voz ahogada.

El hombre de aspecto duro y frío agachó el rostro y suspiró.

—Que sean solo unos segundos. Síganme —Todos comenzaron a caminar, menos yo, quien me quedé estática en el pasillo. Lo quería solo para mí.

Todos entraron y Seby se quedó atrás para esperarme.

— ¿No venís? —Me miró con los ojos llorosos.

Solo negué con la cabeza.

—Después voy yo —Susurré.

Y entró en la sala. Me quedé sola y esperé impaciente caminando con las piernas temblorosas de un lado a otro.

—Saldrá bien, saldrá bien —Escuché a lo lejos la voz del padre. Ya salían.

Todos salieron y se fueron sin importar mi presencia a la cafetería de la clínica. La mayoría se encontraban agotados, soñolientos, pero se quedarían todo el tiempo que fuese necesario.

Seby se acercó con las manos escondidas en los bolsillos y besó mi frente para dejarme frente a la puerta de la habitación.

Tomé aire y empujé la puerta para entrar en un cálido cuarto… y ahí estaba él, estirado en la cama de sábanas blancas y limpias. Me acerqué con cuidado y las lágrimas hicieron su aparición en el momento en que lo vi conectado a un respirador artificial. Aún así, con vendas, parches por todo su rostro y los labios tajados… sus ojos cerrados hacían verlo calmado y tranquilo.

Acaricié uno de sus brazos desnudos y sonreí levemente entre tanto llanto… ¿Acaso era mi culpa? ¿Su desesperación al seguirme lo había llevado a esto? Y no había duda.

—Santi… —Sollocé agachándome y apoyando mi cabeza en su pecho. Ahí estaba su corazón, latiendo lentamente, pero dándome esperanzas y haciéndome saber que él seguía ahí, conmigo— No me dejes, por favor —Las lágrimas rodaban y rodaban por mis mejillas.

Era increíble como hasta podía sentir una de sus frágiles manos acariciando mi cabello en un lento movimiento. Me separé con cuidado y mi corazón se petrificó al ver sus ojos débilmente abiertos… no había sido solo mi imaginación.

—Santiago —Dije en un sollozo interminable, con una leve sonrisa de sorpresa y alegría dibujada en mi húmedo cara.

Solo sonrió con debilidad y noté como sus ojos de a poco se iban inundando en lágrimas.

—Victoria yo… —Musitó con los labios cansados, débiles y dolorosos.

—No hables —Sonreí y acaricié su tibio rostro— no hagas ni un tipo de esfuerzo ¿Si? ¿Tranquilo? —Sonreí conmocionada.

—No —Susurró— Tenes que escucharme —Sollozó.

Movió dificultosamente la mano y atrapó la mía apoyada en el suave acolchado.

—No siento mis piernas… y con suerte logro mover mis manos. Mi cuerpo está débil y mi corazón casi ya no late—Susurró cerrando los ojos y una lágrima corrió por su cien.

—Pero es temporal, después de unos días… vas a volver a estar como nuevo, seguramente quejándote de la rutina como siempre —Carcajeé con la voz quebrada y disfrazando molestia, no era un buen momento para andar con los pensamientos negativos.

—Tengo que decirte algo —Y nuevamente los dos ojos iluminados en su rostro se acoplaron a los míos.

Sentí una puntada en el corazón y me preparé psicológicamente para escuchar fuese lo que fuese.

—Yo… yo si te amo Vic —Sollozó apretando mi mano derecha con las pocas fuerzas que recorrían su cuerpo.

Sentía que el aire me faltaba, que mi mundo se detenía y no había más música que un te amo de corazón, saliendo de sus cálidos labios. Volvía a derramar lágrimas.

—Te amo y no se como pude negarlo tantas veces, me siento un completo pelotudo… y ahora…ya es tiempo de que sepas, de que siempre y para siempre te amaré. Estoy enamorado Victoria—Me miraba con los ojos hundidos en lágrimas y más sinceros y profundos que nunca— Perdón por haberte hecho sufrir amor, de verdad que no quería, sentía que no era indicado, pero es que ya no pude resistir más… Te amo y ahora que lo se y lo confieso, no se como voy a dejarte acá —Sollozó elevando una mano para alcanzar mi mejilla y acariciarla con ternura— Pero… nos vamos a volver a ver y vamos a estar —Sonrió entristecido y las lágrimas no paraban de brotar y caer.

— ¿Dejarme? —Sollocé con la voz desentendida, aunque en el fondo… sabía muy bien que era lo que estaba diciendo y no quería reconocerlo... y era de esperarse que nunca lo haría.

Solo sonrió con debilidad, pero aún así dulce y cariñoso. Con su temblorosa extremidad sujetando mi cara… me fue acercando pacíficamente, sin apresuro, a su rostro.

—Te amo —Susurró sobre mis labios y mi cuerpo se estremeció enseguida. Las mariposas iban y volvían, los nervios no parecían querer desaparecer y con su mano sujeta a la mía, parecía volar al país de nunca jamás.

Sus labios volvían a capturar a los míos, con esa exquisita sensación de amor y me sentía orgullosa y enormemente feliz al poder afirmarlo sin temor alguno. Suave, exquisito, delicioso y placentero jugaba con mis labios, a pesar de ser uno de los momentos más dolorosos, era el más dulce y sincero, era el beso que sellaba nuestro amor.

Su mano que apretaba intensamente a la mía, sin dolor alguno, dejó de hacer presión y me alejé para verlo una vez más a los ojos, más él ya los había cerrado.

—Santiago —Susurré agitando suavemente uno de sus hombros.

La máquina que marcaba el pulso de su corazón dejaba de sonar entrecortado y un largo e insoportable pitido dio un brusco y doloroso golpe en mi corazón.

—Santiago —Sollocé una vez más y lo agité inútilmente.

Era en vano… pero aún así no quería admitirlo.

— ¡Santiago! —Exclamé desesperada— ¡No! ¡Por favor no! ¡No me dejes! ¡CHANO! —Grité cayendo en su pecho— Por favor —Rogaba llorando sin sentido— Por favor Chano, no me dejes acá… no —Abrasé su cuerpo inmóvil.

Cuando ya me sentía parte de él, entraron con apuro, médicos y enfermeras.

— ¡Despejen el area! —Exclamó uno y una señorita me tomó de los brazos.

—Vamos, tiene que salir —Me dijo con la voz entristecida, quizás me entendía.

— ¡NO! ¡NO! —Grité ahogada en llanto mientras me sacaban a tirones de la habitación.

Entre gritos desesperados, vi como su cuerpo indefenso y tranquilo se desvanecía de mi vista, mientras era rodeado de doctores y comprendía… que ese sería el último recuerdo que tendría de su hermosa imagen.



Un mes después.

Estirada en mi acolchado, suspirando una y otra vez sin remedio alguno. Las imágenes pegadas en mi mueble me ayudaban a sonreír de vez en cuando. Sus sonrisas, y expresiones divertidas nunca podrían irse de mi cabeza y lo más importante era que me había amado… y lo haríamos por siempre.

—Te tengo algo —Apareció la voz de Seby por algún rincón de mi pieza.

Me senté en la cama y le sonreí.

— ¿Qué es? —Pregunté con curiosidad al verlo jugar con un papel en las manos.

Se sentó a mi lado y me entregó la hoja.

—Lo encontré en su pieza ¿Te acordas que para tu cumpleaños todos escribimos algo para vos y él rompió la esquina donde había escrito? —Sonrió emocionado.

Solo asentí y desdoblé la hoja de papel.

“No me agrada que crezcas, te vuelvas más madura y yo sigo siendo un pendejo de cinco años, pero no puedo hacer nada, aunque… con los años te volvés más linda. Ya tenés 17… y no encuentro el momento en el que me vea todo un adulto, con mi propia casa, mis hijos… y vos como su mamá ¿Te imaginas? Que divertido sería, así que no te sorprendas si un día de estos te pido matrimonio.

Gracias por ser la mejor Vic y de verdad lamento todos esos momentos en los que te hice enojar, pero tenes que saber que me agrada verte enojada, no sé, solo me divierte. Espero que siempre estés ahí, no tenes una idea de cómo me haces falta día tras día… se podría decir que te amo, vos entendés.

Seguí siendo siempre la graciosa, simpática, tierna, dulce, enojona e insoportable que sos.

VS y CH para siempre”

El nudo ya hacía presencia en mi garganta y no pude evitar desatarlo apenas terminé de leer.

—Esto… esto… parece más una carta para una novia… —Reí con tristeza y a la vez emoción.

—Es que él siempre te amó ¿No? —Sonrió con un dejo nostalgia y me refugió en sus brazos.

Últimamente, después de… desde que ocurrió todo, Seby había sido el que estaba ahí de apoyo, siempre con la palabra justa, como de costumbre y era lo que de verdad me hacía falta en el presente y de seguro para el futuro.

— ¿Quieres algo para tomar? —Susurré y me puse de pie, más ni siquiera alancé a escuchar su respuesta cuando todo mi alrededor comenzó a girar a gran velocidad y pronto… mi vista se nubló.

—Victoria —Se escuchaba un gran eco en una inmensa oscuridad ¿Qué?

Era una sensación totalmente desesperante, mis ojos pedían a gritos abrirse y el intento por hacerlo resultaba en vano, mi cuerpo parecía estar congelado y la voz de poca intensidad llamándome me obligaba a moverme, sintiéndome frustrada al no obtener ni un resultado.

—Victoria —Y ahora era mucho más clara, nítida.

Por fin volví a respirar, luego de haberme sentido perdida en un agujero negro.

—La puta madre… ¿Estás bien? Me diste asustaste hija de puta —Suspiró aliviado.

— ¿Qué pasó? —Inhalé y exhalé confundida.

—Te desmayaste —Susurró con los ojos fijos en los míos.

Me quedé en silencio, había olvidado… o mejor dicho, ocultado decirle a los de mí alrededor que traía mareos hace varios días seguidos.

—Vic… —El tono de su voz, serio y parecido al de un padre, me hacía sentir en aprietos— Necesito que me digas algo, y no me mientas —Se paró, y se puso adelante de mí para poder mirarme a los ojos y asegurarse con ello si estaba mintiendo o no— ¿Garchaste con Chano? — BUENO, no esperaba ESE tipo de preguntas, fue muy directo y eso me hizo sentir incómoda. ¿Cómo mierda espera a que le responda algo así?

Lo miré con grandes ojos y el carcajeó. Mis mejillas ardían y supuse lo roja que debía de estar.

— ¡Sebastian! —Exclamé nerviosa— Como se te ocurre, yo y Chano… en eso… tenes un muy buen sentido del… —Y guardé silencio cuando me atacó con una mirada perversa y traviesa, ¿Era tan obvia? Rodé mis ojos y suspiré— Bueno, si, si pasó, si garchamos —Musité totalmente incómoda y ocultando mi mirada en el suelo.

—Ya sabia, igual. Me contó —Carcajeó— Vení.

Me agarró de la mano y salimos a una farmacia, ya veía lo que se me venía encima.



***



Salí del baño con el corazón en la boca y le entregué la cosa esa a Seby.

—Decime —Musité visiblemente nerviosa y cerré mis ojos esperando un “Positivo” o “Negativo”

Después de un gran momento de silencio, en el que los tambores de fondo, no eran más que el sonido desesperado de mi corazón Seby habló.

—Felicidades —Sonrió— Vas a ser mami

sábado, 8 de marzo de 2014

Vidas Perfectas-Cáp. 8

Chano


Luego de la noticia, los felicité falsa y tristemente a la vez, entonces huí hacia arriba con la excusa de que me dolía la cabeza. Diega me dijo que me recostara en su cama, y luego de que el insista, accedí. Entré a su pieza, pero ni siquiera encendí la luz. Solo me recosté a mirar el techo; me dí la vuelta y al recostarme sobre mi lado derecho descubrí una ventana. Me levanté y me acerqué, levanté la cortina y descubrí el balcón al que, luego de unos minutos observando a través de sus puertas de vidrio templado, fui. Crucé mis brazos mientras los apoyaba en la baranda, el beneficio de que ella viviera en el medio de la nada era que se veían las estrellas a la perfección. 

Entonces recordé a Solange, a mi ex, la chica con la que estuve hace ya diez años. Ella soñaba con un balcón en su pieza, vivir en una casa de lujo que quedara lejos del mundo, lejos de su mundo. Ella soñaba con llegar a su casa y que esta parezca un retiro espiritual. Soñaba con la paz de su hogar, y el estrés del mundo real. Amaba a Buenos Aires hasta más que yo, amaba a su movimiento, su grandeza, sentirse pequeña ante todo y, a pesar de lograr o no fama, a a vez tan grande. Lograr algo en aquella ciudad, para ella, era un sueño. Poder conseguir un trabajo, mantenerse, superarse, eso era lo que ella soñaba. Nunca supe si ella soñaba con un cantante o con un ejecutivo. Me creí infiel miles de veces, pero el solo ver esos ojitos pintados en su cara, con ese mismo brillo siempre que me veía, ese delicado verde azulado que parecía... Nada. No se parecía a nada, era totalmente diferente de todo, y solamente conocí a una persona que los tenía igual. Y era...

-¿Cómo estás? ¿Te sigue doliendo? -Una voz interrumpió mis pensamientos, era tan dulce como si fuera miel. Me di un cuarto de vuelta, pero quedamos uno frente al otro. Estaba cruzada de brazos, y la luz de la luna la iluminaba cual ángel caído del cielo.
-A vos te conozco de otro lado, wacha. -Solté de una, lo que la puso nerviosa, pero trataba de disimular.
-Si, de la agencia, de acá no. -Dijo, sonando cual estúpida de 15 años.
-No te vengas a hacer la pelotuda conmigo, así que YA soltá todo, pendeja. -La agarré de los brazos y la acerqué a mi, casi acorralándola contra la columna atrás suyo.
-¿Que hacés, pibe? ¡Salí! -Gritó, como si de la habitación mas lejana alguien pudiera escucharla.
-Vos sos Solange, Solange mi ex. -Quedó petrificada, no sabía que decir.
-¿Qué? ¡No! -Tartamudeaba y estaba asustada. Tal vez pensaba que la iba a lastimar...
-¿Por qué te me fuiste? -Dije con las lágrimas en los ojos, ella parecía sorprendida. -¡¿Por qué te me fuiste, mierda?! -Gritaba aún más fuerte. -¡Vos me hacías falta! ¡Me hacías falta y me abandonaste como si fuera un perro! -Yo lloraba y ella aún más. -¿Todos esos "te amo"... eran mentira? ¿Todo ese afecto? Las caricias, los abrazos.. ¿Todo?
-Todo. -Dijo fría, seca, y sin corazón.

Una mano tocó mi hombro, despertándome milagrosamente; yo estaba en ese mismo balcón, sentado en un sillón situado allí frente a una mesa de té. Celeste.

-Amor ¿Estas bien? Estas transpirando... -Preguntó con una expresión de preocupación.
-Si, solamente... Un mal sueño. -Mentí.
-Ah, bueno. Vamos a casa, che, que es tarde. -Me tomó de la mano, me paré, y nos retiramos.


Solange

A penas subí para ver cómo estaba Santi, no pude evitar ver a Chano. Dormía en un sillón que estaba en mi balcón; casi igual al que soñaba tener con él. Pero no podía, no lo haría, no pensaba volver con él. Sin embargo, no resistía. Siempre trataba de distraerme con diferentes hombres, me enamoraba y desenamoraba muchas veces, engañaba a mi esposo, estaba felizmente casada, tenía un hijo y una vida perfecta. Pero no era perfecta. El pasado me torturaba siempre, ese deseo de tener un hombre al cual amar y que este sea correspondido. Aprendí que no se puede confiar en un hombre, el hombre perfecto no existe. Quería un hombre que me amase de verdad, y que él sienta lo mismo. Pasaron muchos hombres por mi vida, de todos los tamaños, edades, colores y calidades, pero mientras pasaban tantos yo simplemente recordaba la época donde no pasaba ninguno. Esa época oscura, donde todavía tenía un lado inocente al cual podía reclamarle todas mis culpas y pecados. Pero un día se acabó, y pasaron de ser ninguno a ser filas y filas; pero entonces llegó él. Él era el hombre que me volvió loca. Con nada más y nada menos que 18 años más que yo, era mi hombre perfecto. Era una mujer tan fuerte y tan frágil... y todo solo con 18 años. No sabía lo que era vivir al máximo, ni mucho menos pasar tantos momentos como él; en 18 años suceden muchas cosas.

El era el hombre que me hacía sentir viva. Generaba ese fuego en mi que, al no estar el, se desvanecía totalmente. Sabía como tratar a una mujer como yo, con ese brillo tan extraño, fuerte por fuera pero que tenía esa luz frágil y rota dentro. Lo amaba tanto y no podía negarlo. Todo eso que sentía por él eran cosas diferentes, que nunca había sentido con nadie más. Sus frases, sus palabras, su perfume... Cosas que nunca jamás olvidaré, y que jamás encontraré nuevamente.

En mis relaciones era así, dura, masoquista. Me hacía ver fuerte, sin sentimientos, incapaz de amar a nadie. Y de repente... ¡PUM! Caigo en cuenta de que cada vez que veo un hombre necesito que él se enamore de mi, tanto como lo hizo él. Necesito alguien que me ame como lo hacía él. Alguien que simplemente... Alguien simplemente como yo, un alma frágil que, por más de mostrarse más fuerte que un león, solo necesita a una persona para ser feliz. Los momentos que vivimos no los cambiaría por nada del mundo, todo lo que sucedía entre nosotros lo sentía tan mágico. 

Y ahí estaba, viendo como dormía en mi cama.

domingo, 2 de marzo de 2014

La vida de dos obsesivos-Cap. 23

Sofi


Recordar simplemente ese momento era tan horrible para mi. Aunque ya había pasado mucho tiempo, simplemente no podía perdonarlo. Intenté dejar de recordarlo, pero seguían los recuerdos y las imágenes en mi cabeza. Era una rueda gigante, y estaba por aplastarme. Simplemente empecé a llorar y salí del departamento, dejando a Santiago solo y con la foto en la mano.

Tomé el auto y empecé a dar vueltas y vueltas por la ciudad. Zona Norte, Sur, Esta y Oeste. Costanera. Palermo. Villa Lugano, inclusive. Nada. Había gastado ya dos tanques y medio de gas, pero seguía intranquila y llorando. Simplemente saber que podía haber perdido ya a dos de las cosas mas importantes de mi vida y recordar ese maldito momento fue devastador. Mis hijos, mi chiquitos... Mi Bauti, mi Lulú... Ellos eran las cosas mas importantes que yo tenía, tanto como Chano y hasta un poco más. Los amaba con mi vida, y hasta era capaz de dar mi vida por ellos. Ya era de noche, no encontraba remedio alguno para nada. No tenía ni a mis hijos, ni a mi hombre, ni nada. Ya hasta me había perdido. No sabía en donde estaba ni que haría. Me sentí tan ignorante por un momento... Y entonces vi ese cartel de la autopista y aceleré.


Chano


Eran las diez de la noche, hacían cuatro o cinco horas que no sabía nada de Sofía, y mucho menos de mis chicos. A penas ella salió, yo empecé a dar vueltas por la casa. Llamé a muchísimas personas y nada. Tomé el primer colectivo que se me ocurrió y fui al supermercado mas grande que conocía. Empecé a dar vueltas por ahí mientras llenaba el carro con cosas y cosas. Miraba los precios, los productos que había, cualquier cosa. Llené dos carritos colmados y un tercer carro al borde, literalmente. Pagué las cosas y al salir compré dos valijas para poner todo adentro, subirme al colectivo que me llevara a mi casa, y y llegar para ordenarlo todo. Entonces vuelvo a este momento, otra vez sin poder distraerme, pensando en mis hijos, pensando en mi mujer, pensando en mi soledad.

Ese momento fue en el que me di cuenta de que me encontraba solo. Estaba completamente solo, sin nadie, solo conmigo. Mis hijos me desesperaban, la idea de que algo les pasara me estaba torturando. Mi mujer, el amor de mi vida, esa mina que desde la primera vez que la vi me volvía loco, ¿Donde estaría mi angelito teñido? Mis amigos, qué sería de sus vidas. Mi hermano, que bien la estaría pasando en sus vacaciones, de las cuales aún no sabía si habría o no vuelto. Diega, el tipo con el que había estado mi mujer esa misma mañana y yo no tenía ningún rencor con. Mi vieja... ¿Hace cuánto no la veía? 

Tanta gente rondaba por mi cabeza, hasta que me quedé dormido. Dormido en ese sillón frente a una gran ventana. Esa ventana hermosa, de la cual hasta sentías que podrías ver todo Buenos Aires desde ella. Dormido soñé ese momento en el que compré el departamento. Estaba con una antigua novia, antes que me reconciliara con Sofía por primera vez, y por su puesto, mucho antes que con Celeste... Estaba con Victoria. Nos sentamos en ese mismo sillón a mirar la noche. Yo me encontraba en la misma posición, ella estaba sentada en mi regazo y sus brazos enredados en mi cuello.

-Felicidades. -Dijo. -"The best is yet to come" -Era su frase. Era mi frase. Era nuestra frase. Ese cuatro de noviembre fue nuestro aniversario. El día mas feliz de mi vida hasta ese momento, y hasta este también. Nunca fui mas feliz que ese día. Nunca fui mas feliz que ese 4 de Noviembre. -Te amo, Santiago.
-Yo mas, Victoria... Yo más. -Dije, y la besé. Ahí me di cuenta que yo más. Al siguiente día se marchó, y nunca supe más de ella.

Me desperté por el sonido de la puerta, y pensé en que si Victoria volviera, yo la elegiría a Sofía una y mil veces más, sin importar mas nada. Mientras me dirigía a la puerta miré de reojo a un reloj que estaba a mi costado, por la misma ruta. Las 00:39 del día 1 de Marzo. Abrí al puerta con una sonrisa, contento por lo que estaba recordando.

-Buenas noches, oficial... ¿Qué pasa? -Pregunté viendo a un policía en la puerta de mi casa, ansioso por saber si traía a mis hijos.
-No tan buenas, señor. ¿Usted es Santiago Moren... -Lo interrumpí, ya nervioso y un poco triste por una noticia que desconocía y temía a la vez.
-Moreno Charpentier, si, yo.
-Lamento decirle, señor, que su mujer se ha accidentado en la autopista y está muy grabe.


Entonces el mundo se me cayo.

viernes, 28 de febrero de 2014

En la próxima vida... -Cap. 18

Como estábamos en el entretecho, la música de la fiesta se escuchaba con poca intensidad, por lo que el silencio abundaba y dejó que escucháramos con claridad un ruidoso trueno y luego la lluvia. Las gotas golpeaban con fuerzas la ventana y parecían querer romper el tejado para inundarnos. El viento, la lluvia, relámpagos y truenos, no me hacían sentir más que protegida entre los brazos de Santiago. Aún seguíamos desnudos, tapados solamente por una frazada y sentía a mi cuerpo más tibio que nunca, no habitaba el frío.

Suspiré suavemente y levanté mi rostro para poder mirar a Chano directo a los ojos. Sonrió con ternura y acarició mi cachete con su mano derecha.

Era el momento, era el instante perfecto para decirle a Santi la palabra más importante que podría decir, esa palabra tan corta, pero tan grande a la vez, la que deja una marca en la vida.

—Chano —Susurré con el nerviosismo presente en la voz.

— ¿Si? —Volvió a sonreír al notar que algo trataba de decirle, más no me sentía preparada.

—Hay algo que tenes que saber —Musité con una leve sonrisa en los labios, tenía tanto miedo, tanto miedo a ser rechazada.

—Esa voz de misterio —Carcajeó mirándome con una divertida expresión— Dime.

—Yo… —Mis ojos por última vez vagaron tranquilos por toda la habitación, preparándome para mi misión— Chano… —Y ahí me encontré con sus hermosos ojos almendrados— Chano… yo te amo —Susurré. Sentí mi cuerpo más liviano y mi conciencia más limpia que nunca, por fin había tenido el valor para decirlo y era una sensación enormemente satisfactoria, pero al cabo de unos segundos, cada espacio dejado en libertad en mi cuerpo, se fue rellenando de nervios interminables.

Creía morir con el paso de los segundos. Miraba concentrada el rostro de Santiago, buscando expresiones, algo que me diera un indicio de qué era lo que sentía, pero él decidió quedarse con los ojos idos, inexpresivo total. Parecía que sus oídos se hubiesen estado tapados y no hubiese alcanzado a escuchar mi declaración, era como si aún esperara a que le dijera algo.

—Santiago… —Volví a susurrar y esta vez mi voz sonó mas temblorosa que veces anteriores, pero necesitaba saber de una sola vez si él sentía lo mismo.

—Victoria—Por fin sus labios se movieron y me indicaron que ya había escapado de su trance.

Me miraba con los ojos tristes y apagados, desesperados y asustados… no era una buena señal.

El silencio volvía reinar en el cuarto y de a poco fui sintiendo como un gran nudo comenzaba a nacer en mi garganta.

—Victoria —Musitó con voz fúnebre, me tomó con cuidado y se sentó para volver a enfrentarme con mayor comodidad y hacerme saber lo delicado que podía ser el tema— Sabes que te quiero, que te adoro ¿Verdad? —Dejó ver una leve sonrisa, la cual al segundo, ya había desaparecido.

Asentí con un dejo de esperanza e iluminación en mi corazón, quizá no sería tan malo.

Apoyó sus manos en mis hombros, las deslizó hacia arriba, por mi cuello hasta llegar a tomar de mis mejillas y sonrió al mirar mis ojos brillantes.

—… Pero amar… es un sentimiento muy grande —Susurró con la voz firme. Estaba siendo sincero.

Sentí como el aire brillaba por su ausencia en mis pulmones y como mi corazón comenzaba a desvanecerse. ¡¿Cómo carajo pude ser tan pelotuda?! ¡Nunca tuve que haberlo dicho! ¡Pendeja con ilusiones! Debí de haber guardado silencio.

Mis ojos se cubrieron de lágrimas y agaché el rostro humillado, ¿Cómo se suponía que lo miraría a los ojos desde ahora en adelante?

—Vic… Por favor, no me mal interpretes, lo que sientes es hermoso, pero se supone que solo es… lo mismo que siento yo ¿No? No me ves con otros ojos ¿Verdad? —Y ya lo había entendido. ¡Se había dado cuenta! Su voz cantaba con desesperación y yo no hice más que tirar la sábana hacia atrás y salir del acolchado para tomar toda mi ropa y poner en su lugar a cada prenda— ¡No! No, no, no… eu ¿Qué pasa? Victoria —Salió exaltado de la cama y con rapidez llegó hasta a mí para tomarme de un brazo y no dejarme escapar.

Con el corazón quebrado y herido, humillada y molesta quité su brazo de encima, ni que me tocara quería.

Mientras me vestía, sentía como las lágrimas, que inundaban en su totalidad a mis ojos, comenzaron a correr cargadas de odio por mis mejillas.

Estaba lista y tomé mi abrigo apurada para salir del cuarto, pero nada iba a ser tan fácil, Santiago había tomado mucho menos tiempo que yo y ya se encontraba vestido impidiéndome el paso.

—Dale, tenemos que hablar —Ni su voz desesperada me haría mirarlo a los ojos, me sentía tan usada. Ahora era cuando entendía porqué Santiago siempre prefería a ESA clase de mina.

Seguía en silencio, tratando de no romper en llanto, tarea cual ya comenzaba a tornarse dificultosa.

—Mirame —Susurró tomando mi rostro entre sus confusas manos y me obligó, con delicadeza, a mirarlo a los ojos— Victoria… ¿Estás llorando? —Cada vez iba sorprendiéndose más, eran muchas las sorpresas y aún no acababan— ¿Qué queres decir con todo esto? —Su voz estaba ahoga y yo no podía creer como diablos no comprendía que era lo que sucedía— ¡Hablame! ¡¿Estás enamorada de mí?! —Exclamó furioso al no obtener ni una respuesta de mi persona.

Y otro puñetazo a mi corazón, ¿El no estaba enamorado de mí? ¿Él no sentía lo mismo? Empiezo a putearme por ser tan peotuda.

— ¡VICTORIA! —Gritó en medio de una pataleta.

— ¡Dejame, idiota! —Devolví el grito y el mío lo superaba— ¿Qué si estoy enamorada de vos? ¿Eso me estás preguntando? ¡Basta! —BOOM. Había explotado el llanto, ya no lo resistiría ni un segundo más— ¡Estoy enamorada de vos desde que tengo siete años! ¡DESDE LOS SIETE! ¡MIERDA! ¡¿Cómo ES QUE NUNCA TE DISTE CUENTA?! —Grité a toda voz, sin importarme que sus ojos reflejaran confusión y estupefacción.

Luego de haberme desahogado con unos cortos gritos, me quedé con los ojos pegados en él, no se atrevía a mirarme. Era uno de los momentos más incómodos en mi vida, pero por fin podía decirle todo de una vez.

—Hiciste el amor conmigo… ¿Sabes lo que significa, Santiago Moreno Charpentier? —Sollocé recordando ambos momentos, cada beso, cada caricia.

Tragó saliva y me miró sin palabras en la boca.

—Pensé que… que lo hacías por… por amor —Y nuevamente lloraba sin consolación alguna.

—No estoy enamorado de vos, Vic —Susurró posando sus manos en mis brazos y haciéndome entender con la mirada que toda amistad, toda relación entre los dos, había llegado a su fin.

Mis ojos debieron haber estado más rojos de lo normal cuando lo escuché pronunciar con desprecio y sin interés esas crudas palabras.

Me solté de él y lo miré con ahogo en los ojos. Sin esperar más salí corriendo, quería estar lo más lejos posible de él, y si era necesario, no verlo más.

Sentí sus gritos llamándome detrás, sus grandes pasos al correr, pero gracias a la multitud logré distraerlo y salir de la casa sin dificultad.

Corría en la oscura noche bajo la lluvia, sin dirección alguna y sin protección, estaba sola, tan sola como me quedaría el resto de mi vida por haber confesado el secreto más grande. Era una gran lección; hay secretos que eran mejor guardarlos para siempre.

Ni la lluvia lograba cubrir el llanto y al girar mi rostro, me vi parada en medio de una calle vacía, oscura y el miedo comenzaba a inundar mi cuerpo.

Entre el llanto, la desesperación, la angustia y la tenebrosa sensación de peligro, tomé mi teléfono celular y llamé a mi hermana con urgencia, atendió enseguida, quien al escuchar mi voz quebrada y al notar lo cual destrozaba estaba, no tardó en aparecer en la calle.

—Dios, si papá y mamá se enteran de esto, te matan ¿Sabes? Y perdes para siempre la oportunidad de salir de joda —Dijo divertida. Tenía dos opciones; Una: No se había percatado de mi deplorable estado y Dos: No sería metida por primera vez en la vida— ¿Vas a decirme que es lo que pasó? No creas que soy boluda y no me doy cuenta de lo que te pasa —Como lo pensé.

—No quiero hablar —Expresé mas seria que nunca y hasta me asusté cuando vi mi rostro de un verdadero cadáver en el reflejo del vidrio.

Apenas entré a casa, corrí a mi pieza, cerré la puerta y dejé que el llanto me absorbiera una vez más, ¿Cómo fui
 sido tan inútil? ¡Lo perdí todo! ¡A mi mejor amigo y a la persona a quien más amaba!

Las fotos pegadas en uno de mis muebles no ayudaban nada, caras divertidas de Santiago y mías, cumpleaños, cenas familiares, paseos al campo… una infinidad de actividades cual no serían las mismas con la ausencia de uno.

Mis parpados comenzaban a caerse producto al cansancio, las lágrimas me habían vencido, cuando mi no muy moderno celular comenzó a sonar con imprudencia. Debía de ser Chano, y para asegurarme, estiré el brazo y agarré el aparato entre mis manos indecisas.

Euge.

—Hola —Musité con la voz más apagada que nunca. ¿Por qué carajo contesté? No quería hablar con nadie.

— ¡Victoria! —Exclamó en un doloroso sollozar.

— ¡Dios! Euge ¿Qué pasa? —Me senté en la cama, los presentimientos iban y volvían… y cada vez eran más desagradables.

—Vic… Chano… Chano… — ¿Chano? ¿Euge llorando? ¡¿Qué estaba pasando?! No me gusta como escuchaba y todo empeoró cuando pronunció su nombre.

— ¡Euge! ¡Decime ahora mismo que mierda está pasando! —Exigí con autoridad, tanto merodeo me hacía sufrir y otro nudo comenzaba a crecer intencionalmente cuando no sabía que era lo que ocurría y tenía a mi mejor amiga llorando en el teléfono.

— ¡Se acaban de llevar a Chano de urgencias al hospital! ¡Tuvo un accidente! —Y nuevamente se ahogaba en llanto.

El teléfono cayó al suelo y la batería de este salió disparada en una dirección que no presté atención.

Mis sentidos estaban paralizados y mis manos comenzaban a temblar sin control. Aún sin poder asimilar que era lo que estaba pasando, con dificultad llevé una de mis manos a la boca y grité desesperada.